miércoles, 9 de febrero de 2011

Acordes de amor

La música suena como si fuera la banda sonora de la película de mi vida. Aquí, en el sofá de mi nueva casa, con una taza de chocolate caliente en las manos, consumida por el cansancio de una extenuante carrera emocional que ha supuesto llegar a este punto de mi existencia.  Es maravilloso poder escuchar las notas que han creado mi propia melodía. Esos acordes, claves y ritmos que me han hecho como soy. Un pentagrama formado por los momentos que realmente he vivido. Mirando al pasado encuentro en mí memoria uno de esos acordes que cuentan una historia de amor:  
Me encontré en su mirada como agua caliente derritiendo mi hielo. No sabía lo que era pero me cogió las manos y me invitó a bailar.  Sentí un suave masaje en mi piel y respiré su presencia. Un concierto de latidos pulsaba el ritmo de nuestra danza. El mundo se hizo silencio. No había nadie más, solo él y yo.
 Percibía algo especial, una sensación extraña parecida a la felicidad. Mis ganas de amar anhelaban salir del olvido. Mi mente se rendía ante el deseo de permanecer junto a él. Sin lógica, sin tiempo, sin miedo, tan sólo con el sentimiento que embriagaba mi alma. Y me dejé seducir en la noche hasta que el sol levantó la ciudad. Y el reloj marcó un adiós lleno de posibilidades. Volví a casa, me quedé dormida y amanecí con un sueño.  
Mi móvil predijo nuestro reencuentro. Y tras un par de días llegó la cita esperada. Le vi a pocos metros y mi cuerpo recordó nuestro baile.  Habíamos quedado en una cafetería llamada La estación. Nos pasamos un buen rato hablando de nuestras vidas. Y a partir de esa tarde nuestras vidas hablaban de nosotros.
Pasó el tiempo…
Una noche me invitó a cenar a su casa. Mientras preparaba la comida, puse un cd en el equipo. Era una canción preciosa... Recuerdo una botella de vino vacía, la forma en que me miraba y esa dulce sensación que me transmitía. Fue entonces  cuando me dejé llevar por nuestra música. Tras risas, caricias y susurros me encontraba en su cama. El reflejo de la luna penetraba entre las cortinas del balcón creando un teatro de sombras y siluetas. Mi piel se estremecía entre sus brazos. Los gemidos se hacían intensos. Y un estallido de placer esculpió una lágrima. Caía por mi rostro augurando que su amor era un presente.
 Éramos como naranjas de azúcar. Una relación con un sabor dulce que terminaría con una despedida ácida.

Ahora es sólo una poesía en mi ordenador, una canción que me inspira, una llama apagada por la distancia y un rostro difuso en mi memoria. Pero valía la pena vivir el momento sin ansias de poseer el hechizo. Solo experimentarlo era un regalo.
Ahora  es sólo un acorde en una partitura incompleta.
Todos buscamos el amor, aunque nunca sabemos el tiempo que durará. Pueden ser cinco minutos, unos días o veinte años. ¿Por qué hombres y mujeres anhelamos estar enamorados? ¿Por qué deseamos ese estado?  Quizá porque el amor es lo más parecido a la magia.

Autora: Susan Avalon.

No hay comentarios:

Publicar un comentario